jueves, 11 de julio de 2002

En Lucha número 1

El Anarquismo está organizado y su porvenir es ahora

EDITORIAL


El mundo en el que nuestra existencia se juega ya no es el mundo. El desastre se consolida.
Donde quiera que posemos nuestra mirada, hacia donde vayan nuestros pasos, o ejerzamos nuestra voluntad, o abramos nuestros corazones, el pálpito de la mismidad, la patencia de la parálisis, de la indiferencia, de la mezquindad, de la muerte, adoptan una solidez inapelable. Puede que haya habido tiempos más o menos aptos para revoluciones épicas, transformadoras, movimientos triunfantes o escandalosos fracasos, sitios delimitados de encierro, espacios libres... Pero lo cierto es que las categorías de la dominación han cambiado notablemente y sus condiciones de aparición y efectuación son, hoy en día, completamente otras. Asistimos a la implementación de un proyecto progresivo de exterminio cuya particularidad, además de la concentración desmedida de riqueza, del auge de Estados mercantilistas transnacionales, del control minucioso, informatizado, de nuestras vidas, consiste en la implementación de un plan consensuado de criminalización de la miseria y de los modos insurreccionales no acomodados a los cánones del Establishment, para el cual la izquierda ha contribuido enormemente haciendo el juego de crear consenso social para adoptar las mismas medidas políticas, económicas y policíacas que la derecha.
El reformismo asesino («¿Qué social democracia no ha dado la orden de disparar cuando la miseria sale de su territorio o gueto?») ha ganado en todos los frentes. Los discursos de la izquierda revolucionaria han quedado en una obligación moral, una «cuestión de oficio», como el sermón de los curas en la iglesia. Funcionales por entero al sistema policiaco, izquierda y derecha, son las dos tenazas con las que el aparato de Estado capitalista captura y reprime. A todo ello se suman los medios masivos de comunicación, el cine, la publicidad, la operación lobotómica gracias a la cual la «sociedad del espectáculo» convierte a todo aquél que lucha por su libertad en «el mayor peligro». Y sobre el consenso velado del automatismo general, de «la belle indifférence», la masacre se desata: en Bariloche, en Tsalónica, en España, en Italia, en los Estados Unidos, en Suiza, en Serbia...miles de compañeros presos, torturados, muertos... En todo el mundo, millones de pobres asesinados, por lasbombas, por el hambre, por el Sida, por las balas de la gendarmería democrática (occidental, cristiana y marxista). Las fábricas se cierran, se construyen cárceles, se renuevan los controles de población... El surgimiento inesperado de los revisionistas y de los infiltrados en nuestras filas, hace otro tanto. Los anarquistas, el movimiento anarquista en pleno, no puede llamarse anarquista, pues debemos adoptar los criterios de organización de una presunta «vanguardia» esclarecida, cuyas ideas, más cercanas al marxismo que al anarquismo, y tan «vanguardistas» como el gramófono, intenta imponernos un criterio de «organización » que jamás ha sido el nuestro, desacreditando todo cuanto el anarquismo hace.
Pero los anarquistas tenemos un arma. Es nuestra fuerza viva, nuestro poder de invención, de producción, nuestra capacidad de resistencia. Ello nos da la posibilidad de afrontar el reto que hoy nos toca: crear una red de relaciones más férrea entre las compañeras y compañeros comprometidos en la creación y la lucha. Reavivar la discusión y el apoyo mutuo entre individuos, en los colectivos, en las ocupaciones, en el trabajo... retomar la renovación de las federaciones; por otro, sostener nuestra lucha hasta el fin, contra el Estado, contra el autoritarismo, contra la desigualdad, poniendo siempre a prueba nuestra voluntad creadora.»Nuestro programa -dice Bakunin- puede ser resumido en unas pocas palabras: Paz, emancipación, y la felicidad de los oprimidos.Guerra contra todos los déspotas y opresores. Restitución total a los trabajadores: todo el capital, las fábricas, y todos los instrumentos de trabajo y materias primas deben ir a las asociaciones, y la tierra a los que la cultivan con sus propias manos. Libertad, justicia y fraternidad con respecto a todos los seres humanos sobre la tierra. Igualdad para todos. A todos, en lucha sin distinción alguna, todos los medios de desarrollo y educación, e iguales posibilidades de vida mientras trabajan. La organización de una sociedad mediante una federación libre, desde abajo hacia arriba, de asociaciones de trabajadores, tanto industriales como asociaciones agrícolas, científicas y literarias - primero en una comuna, luego una federación de comunas en regiones, de regiones en naciones, y de naciones en la asociación fraternal internacional.» «Por eso - dirá Rocker- el anarquismo no es contrario a la organización,sino su más ferviente defensor, claro está, suponiendo que se trata de una organización natural de abajo arriba, que nace de las relaciones comunes de los hombres y encuentra su expresión en una cooperación federativa de las fuerzas. Por eso combate también toda imposición de esa cooperación que se impone desde arriba sobre los hombres; porque destruye las relaciones naturales entre ellos, que es la base de toda organización real y convierte a cada individuo en una parte automática de una gran máquina que se dirige por privilegiados y trabaja para determinados intereses particulares». El estado de cosas recusa cualquier futuro posible, las posibilidades de futuro de los revisionistas se remontan a un futuro posterior a la instalación de unos medios que lo niegan. Nuestra arma es la espontaneidad. Para nosotros, el porvenir es ahora.

C.A.P.